De qué se trata, como detectarlo y que hacer para evitarlo
Se denomina síndrome del salvador al rol que adquieren determinadas personas en un intento de “rescatar” a los demás, asumiendo la responsabilidad de los problemas ajenos. Este tipo de personas suelen colocarse en una posición paternal o maternal ante aquellos otros que son sus pares, ya sean parejas, amigos o compañeros.
Lo que se oculta atrás de esa actitud “salvadora” es la falta de confianza en la habilidad que pueden tener los otros de asumir y resolver sus propios problemas.
Consideran que solo ellos tienen la capacidad, los recursos y herramientas para abordar los problemas de otros.
Se colocan en un nivel de superioridad, pretendiendo generar una codependencia con sus vínculos.
Este tipo de personalidades sienten la constante necesidad de ayudar a los demás, es decir de sentirse necesitados por el otro.
Su modus operandi consiste en ir asumiendo y solucionando los problemas de otro, anhelando sentirse imprescindibles ya que, es esto ultimo, lo que les da un sentido a su existencia. No lograrlo les genera frustración y vacío.
El denominado Síndrome del Salvador es algo muy común en las relaciones de parejas en la cual prevalece una gran dependencia emocional. Una de las dos personas quiere salvar el otro ayudándole a solucionar sus problemas y su vida; necesita sentirse útil e indispensable al punto de olvidarse por completo de si mismo. Es decir, se posterga, se anula y claramente, “tapa” la posibilidad de respetar y preservar su propia individualidad.
Solo siente que ES, si es en función de lo que puede hacer por y para el otro. Y si bien lo que se demuestra es un deseo de ayudar, lo que encierra este supuesto altruismo, es un deseo de control así como de sentirse superior. La relación que se establece entre ambas partes es asimétrica, es decir, prevalece una desigualdad en los roles.
Pero hay que tener en cuenta que para que exista un salvador, también debe haber alguien que desee ser salvado, o rescatado. Esto genera que se produzca una modalidad de funcionamiento particular entre quien padece el síndrome y quien acepta su protección.
¿Cuáles son las características propias de alguien que posee este síndrome?
En líneas generales suele ser una persona con rasgos controladores, que tiende a no confiar en la capacidad del otro para resolver sus problemas, motivo por el cuál prefiere hacerse cargo de ellos. Mientras el otro tenga la necesidad de su protección, lo podrá controlar, y no correrá el riesgo de ser abandonado.
Este tipo de personas frecuentemente tienen miedo a enfrentarse a sus propios conflictos y defectos o carencias, motivo por el cuál prefieren asumir los del otro. No asumen en definitiva la responsabilidad de si mismos, de sus propias elecciones ni de su vida en general.
Querer salvar el otro es una manera de no querer ver las propias heridas, para no entrar en el propio dolor y enfrentarse a él.
La elección (inconsciente) es escapar y enfocar toda esta energía en ayudar la otra persona a salir del dolor provocado de sus heridas. Prevalece el mecanismo de proyección, llevando hacia afuera el propio dolor.
Al reconocer en el otro la misma herida, aparece la empatía con lo que al otro le sucede y el deseo de ayudarlo.
Lo que esta actitud encubre, en realidad, es una necesidad desesperada de resolver en el otro lo que no se quiere ver dentro de si mismo.
De esas heridas de rechazo, abandono, humillación, traición, que generan tanto malestar, es de lo que se esta huyendo.
¿Cuáles son los rasgos propios de alguien que ocupa el rol del “salvado”?
El perfil del “salvado” suele caracterizarse por ser una personalidad dependiente, con poca seguridad en sí mismo y baja autoestima, y al que le resulta dificultoso salir de su zona de confort.
Suelen ser personas que atribuyen lo que les sucede a factores externos que no dependen de ellos, y a la conducta de los demás; es decir, que piensan que no está en sus manos cambiar su situación sintiendo que necesitan tener a su lado a personas que considere más fuertes que ellos.
Son sujetos muy sensibles que buscan constantemente apoyo y sostén. Suelen estar continuamente en algún tipo de dificultad que no saben ni pueden resolver, ya sea de índole familiar, laboral, económica o de salud.
Adicciones, alcoholismo, trastornos de alimentación, entre otros, pueden ser problemáticas propias de este tipo de personalidades.
Generan problemas constantemente, por eso, el “salvador” termina siendo un punto de anclaje para ellos; es el bastón que le ayuda a avanzar y tener seguridad en la vida.
Cómo evitar esta dinámica de funcionamiento
En primer lugar es importante registrar lo que ambos poseen en común.
Los dos perfiles tienen en común el hecho de no querer haceros responsables de sus propias emociones. Uno prefiere hacerse responsable de las heridas del otro y el otro prefiere que alguien lo haga en su lugar: son exactamente lo mismo.
Responsabilizarse sobre uno mismo implica tomar poder de decisión, dejar de ceder a otros el poder de elegir sobre la propia vida y empezar a crecer.
Para poder modificar este tipo de funcionamiento, es fundamental entonces tener en cuenta lo siguiente:
- Tomar conciencia de este patrón de funcionamiento
Al tratarse de un patrón inconsciente, seguramente aprendido a través de las primeras relaciones significativas de la vida, hacer consciente este tipo de funcionamiento es el primer paso para salir de él.
- Estar dispuesto a hacer un quiebre en esta modalidad
A través del síndrome del salvador la persona se siente especial, valorada y amada. Por eso muchas veces no quiere salir de él ya que se siente imprescindible.
Trabajar en el fortalecimiento de la autoestima así como en el registro del propio malestar, implica asumir la responsabilidad de lo que le sucede, dejando de postergarse en pos de “ayudar” al otro.
- Distinguir la empatía de la simpatía
Si bien suele describirse al salvador como una persona empática, es importante no confundir empatía con simpatía.
La simpatía es la capacidad que tenemos para solucionar los problemas de los demás desde nuestra propia visión es decir, desde la forma en que lo haríamos nosotros. La empatía es la capacidad de ponernos en la piel del otro, acompañarlo y ayudarlo a solucionar sus conflictos a su propia manera, permitiéndole que crezca. Esto es inclusive aunque no compartamos lo que el otro piensa o siente.
Ayudar al otro puede ser una actitud muy noble y generosa, siempre que sea una ayuda basada en el respeto y la igualdad, acompañando al otro sin intentar cambiarlo, y aceptándolo tal cual es. La ayuda sana entre adultos representa un intercambio de igual a igual en el que las dos personas se hacen responsables de su propia vida.

Lic. María Noel Lucano

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Sobre María Noel

Soy María Noel Lucano, empresaria, coach y consultora especializada en ayudar y orientar a personas que desean realizar cambios transformacionales en sus vidas. Mi objetivo es asesorar y brindar herramientas y recursos prácticos a los individuos y equipos que eligen transitar el maravilloso camino que implica liderar sus propias vidas.
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