Momentos de reflexión o de postergación:
¿Sabés en cuál estas vos?
Vivimos inmersos en una cultura en la cual el movimiento constante y la acción inmediata está sobrevaluada. Recibimos continuamente mensajes y mandatos en torno a la importancia de no postergar decisiones así como de no “perder el tiempo”.
“Sólo hazlo” dice un slogan de una reconocida marca de ropa deportiva y esto me lleva a pensar que en gran medida, se prioriza el accionar, por sobre cualquier otro tipo de actitud.
Si bien no soy amiga de la postergación cuando es sinónimo de excusas y/o boicots que nos colocamos en el camino, considero la importancia de tomarnos el tiempo que necesitamos para pensar y procesar los objetivos y metas que nos proponemos.
Antes de tomar decisiones y ejecutarlas, es necesario meditar sobre aquello que vamos a hacer y ese tiempo de reflexión es completamente subjetivo. Esto quiere decir que los tiempos que una persona necesita para realizar algo, no tienen que ser los mismos en otras personas.
Es importante no caer en una etapa maníaca de hacer y hacer, sin parar a pensar y elaborar aquello que llevamos a cabo.
No todos los momentos que atravesamos en la vida son óptimos para emprender actividades nuevas, finalizar etapas, cerrar relaciones o iniciar otros estudios.
Poder distinguir si el periodo que estamos viviendo es el más adecuado para estar en movimiento (léase mudarse, estudiar una nueva carrera, terminar una relación o quedar embarazada) o por el contrario requerimos de un tiempo de quietud, análisis e introspección, es clave a la hora de tomar decisiones.
La calma y la tranquilidad sólo se consiguen a través de la confianza y seguridad, que a mi criterio son definitivamente el resultado de haber evaluado con templanza, cuándo es nuestro mejor momento para entrar en acción.
Registrar y respetar los tiempos internos de cada uno, son, en resumen, condiciones indispensables para lograr el equilibrio que necesitamos entre los momentos de reflexión y los de actividad.
María Noel
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