Si bien hubo, a lo largo de la historia, vaivenes en cuanto a la difusión de la importancia del uso del ejercicio para la salud mental, encontramos que actualmente hay una vuelta hacia la influencia de la actividad física para la prevención y el tratamiento de los problemas de orden mental.
Cuando practicamos deporte en forma regular no solo ponemos en movimiento el cuerpo tonificando músculos y gastando calorías sino también reducimos el estrés, la agresividad, la ansiedad, los accidentes en el trabajo, la angustia y la depresión, mejorando el estado de ánimo, el humor, y los trastornos a la hora de dormir. La actividad física mejora las funciones mentales, la memoria, la independencia, la rapidez, generando seguridad en las personas, caracterizada por la flexibilidad mental y el optimismo.
En el sistema circulatorio se reduce la presión arterial, aumenta la circulación en todos los músculos previniendo la aparición de infartos y trombosis cerebrales, mejora la actividad de las arterias y el trabajo venoso previniendo la aparición de varices. El corazón reduce la frecuencia cardiaca en reposo y aumenta la cantidad de sangre que despide en sus latidos, ante un esfuerzo. Con respeto al metabolismo se amplía la capacidad de utilización del oxigeno que llega al cuerpo mediante la circulación, se acrecienta el consumo de grasas favoreciendo la pérdida de peso, se tiende a la reducción del colesterol total y del denominado malo aumentando el bueno. Optimiza la tolerancia a la glucosa cuestión que beneficia al tratamiento de la diabetes. Aumenta la secreción y actividad de diferentes hormonas que favorecen la mejora del organismo, progresa la acción inmunológica de defensa del organismo y ayuda a llevar una vida sexual plena. Mejora la función del sistema músculo esquelético. En cuanto al aspecto psicológico, al originarse la liberación de endorfinas que genera el propio organismo con una organización química parecida a la morfina, surge esa “sensación de bienestar” disminuyendo la fatiga y aportando más energía.
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