Gran parte de nuestro tiempo lo transcurrimos en el ámbito laboral. Compartimos con nuestros compañeros de trabajo horas y horas, en las cuales no solo llevamos adelante tareas específicamente laborales sino también actividades como el almuerzo, el break para el café, así como la organización para juntar el dinero con el cual se comprará el regalo del próximo cumpleañero del mes.
Probablemente con algunos de estos compañeros profundizamos los vínculos y traspasamos las puertas de lo estrictamente laboral para compartir actividades que exceden ampliamente ese espacio. A su vez establecemos un nivel de confianza y cariño que nos lleva a elegir pasar más tiempo con esas personas e introducirlas en una esfera más íntima, como es la familiar.
Ahora bien, cuando no llegamos a esos niveles de intimidad con nuestros compañeros por diferentes variables (falta de cosas en común o lo que comúnmente denominamos feeling), incompatibilidad de caracteres, celos, rivalidad y sentimientos similares, el planteo que surge es como construir vínculos cordiales dentro de nuestro trabajo que nos permitan llevar adelante una agradable convivencia.
Más allá del espacio laboral del que se trate: una oficina, un hospital, una peluquería o un local comercial, considero ciertos aspectos como relevantes, para tener en cuenta e implementar en nuestro equipo de trabajo:
Empatía: “poder colocarse en los zapatos del otro”, es decir, más allá de cuanto afecto le tengamos o no a esa persona en cuestión, me parece importante poder intentar comprender y contextualizar qué le sucede al otro, entendiendo que es un otro diferente a mí y que vive otras realidades o sucesos con un distinto nivel de impacto al de uno, ante aquello que le sucede.
Escucha asertiva: desarrollar la capacidad de escuchar al otro, lo que dice y lo que demuestra, inclusive desde lo corporal y gestual. Entender que tal vez una mala contestación responde a un mal día y eso no define a la persona en su totalidad. Preguntar lo que no nos queda claro en lugar de suponer y basarnos en prejuicios que erosionan la comunicación y solo generan malestar y malos entendidos.
Respeto y tolerancia por el otro diferente: parece sencillo, pero claramente no lo es. Tendemos a encasillar y rotular a las personas y necesitamos saber que son todos homogéneos, que somos iguales, nos pasa lo mismo y reaccionamos de la misma manera y en los mismos tiempos. Lo diverso tiende a hacernos sentir incómodos (en líneas generales). Es fundamental “entrenarnos” en la tolerancia, aprendiendo que las diferencias pueden sumarnos tanto personal como laboralmente y la riqueza radica justamente en la heterogeneidad de ideas, de caracteres, de miradas, actitudes y posturas.
Distinguir que las personas somos una suma de variables y lo que mostramos y desarrollamos en el espacio de trabajo es solo una parte de lo que somos y lo que nos sucede, es también una clave a tener en cuenta, que nos permitirá no “hacerle la cruz” (como comúnmente decimos) a una persona por un hecho o actitud determinada, abriendo la posibilidad de continuar observando que otras respuestas o consultas puede tener esa persona, ante otras situaciones o espacios de su vida.
Sin caer en la ingenuidad de pretender ser amigos de todo el mundo en el espacio laboral, de lo que se trata en resumen es de poder abordar a una cordial convivencia que nos lleve a un mejor y más productivo desenvolvimiento en el trabajo utilizando las herramientas claves para focalizarnos en aquello que suma y genera valor a nuestro trabajo.
Definitivamente poder tener un buen trato con nuestros compañeros sacara lo mejor de nosotros y de ellos durante la cantidad de tiempo que compartimos en ese espacio que tenemos en común.
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¡Hasta el próximo jueves!
María Noel
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